jueves, mayo 21, 2020
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Hola amig@s lectores,
Hoy es el 15 aniversario de #eliax y quiero celebrar iniciando con una reflexión: Quiero que imaginen que están en el último día de sus vidas, en sus últimos minutos, en sus últimos respiros... Y la pregunta es, al final de ese día, y cuando ya sepan que van a morir, y cuando empiecen a reflexionar sobre la vida y sobre cómo la vivieron, ¿estarán satisfechos con lo que hicieron con ella? ¿Sentirán que la desperdiciaron o que aprovecharon cada momento? ¿Se arrepentirán y morirán tristes sabiendo que ya no hay marcha atrás, que ya no queda tiempo, o morirán satisfechos sabiendo que lo dieron todo independientemente de los resultados o de lo que dirían los demás? ¿Vivieron para ustedes mismos, o vivieron para sus amigos, sus compañeros de trabajo, sus padres, o la sociedad en general? ¿Fueron… felices? Esas son las preguntas que a través de los años he tratado de inculcarle a los lectores de #eliax, pensamientos críticos netamente filosóficos de índole existencialista, disfrazados como noticias de ciencia y tecnología. Así que cuando les hablo del Big Bang realmente no me interesa si el famoso Big Bang haya existido tal cual aparenta decirnos la ciencia, sino que se cuestionen el origen de su propia existencia. Cuando les hago anécdotas como la de Alan Turing, padre de la computación moderna, y posible responsable de finalizar la Segunda Guerra Mundial al permitir descifrar la maquina de cifrado de datos Enigma de los Nazis, pero quien a la misma vez era gay y fue “premiado” con salvar la vida de decenas de millones de personas siendo humillado y castrado químicamente por su orientación sexual (terminó suicidándose), no estoy tratando de enseñarles historia, sino a tener tolerancia y respeto hacia la vida de otros, por más diferentes que estos sean de nosotros. Y si creen que cuando les hablo de la Evolución de Darwin creen que tengo algún interés en enfrentarlos contra creencias religiosas, se equivocan, pues mi objetivo es hacer que se cuestionen de dónde surge toda esta belleza que vemos a nuestro alrededor y cómo poder explicarla, y de paso, apreciarla mejor... Y toda esa forma de pensar fue un regalo que obtuve de una persona muy especial en mi vida, de quien hablo en algunas de mis conferencias y quien cambió mi vida para siempre. Su nombre era Rafael Junco, y le decíamos cariñosamente el Profesor Junco, en la escuela de secundaria George Washington High School en la ciudad de New York, a finales de los 1980s e inicios de los 1990s. El Profesor Junco era nuestro profesor de Español, oriundo de Cuba, un ser humano con unas cualidades que casi me sacan las lágrimas cada vez que pienso en él, y que aparte de haber sido un increíble profesor de Español (gracias a él nuestra humilde escuela ganaba año tras año los campeonatos nacionales de gramática y literatura en Español, donde yo mismo aporté varios primeros lugares en unos años), era sobre todo un filósofo que nos hacía pensar. Con él fue que los que tuvimos la increíble suerte de caer en su aula aprendimos a cuestionarnos las cosas, a preguntar “¿por qué?”, a ver las cosas desde distintos ángulos, y a entender que aunque todos somos diferentes en apariencia y capacidades, que al final de cuentas todos somos humanos, juntos acá en esta pequeña esfera azul, como bien hubiese dicho otro de mis héroes, Carl Sagan. Lamentablemente, tiempo después de yo estar en la universidad (me animé a ir a Boston, y él tuvo mucho que ver con esa decisión), y regresar a verlo a la escuela para darle las gracias por haber cambiado mi vida, me topé con la noticia de que había fallecido de HIV (él era gay, y vivió marginado toda su vida por una sociedad que en esos días no le permitía expresar su sexualidad libremente, y fue una de las víctimas de la epidemia del SIDA en New York en esos años). El día que me enteré de su muerte fue uno de los días más tristes de toda mi existencia. Incluso, el yo nunca haber tenido la oportunidad de decirle lo mucho que aprecié todo lo que hizo por mí es posiblemente la única cosa de la cual realmente me arrepiento no poder haber hecho en esta vida. Y todos estos sentimientos nostálgicos me llegan después de recientemente acabar de ver la extraordinaria serie Merlí (sin “n” al final, no confundir con Merlín, el famoso mago de las leyendas medievales), que recientemente concluí en Netflix, y cuyo protagonista Merlí en esa serie es lo más cercano que existe en este mundo al Profesor Junco (no dejen de ver la serie, la califico con un 9.8 de 10). Similar a Merlí, el Profesor Junco nos incitaba a revelarnos contra las injusticias y a ser nosotros mismos y pensar por nosotros mismos y cuestionarlo todo. Después de una de sus increíbles lecturas (en donde les garantizo se aprendía más de filosofía de vida que otra cosa) fue que armé toda una resistencia en mi escuela, logré que abriésemos la puerta principal de nuestra escuela (anterior a eso nos hacían entrar por detrás como ganado), y logré que despidieran a la Directora de la escuela por racista. Y esa rebeldía siguió conmigo toda la vida hasta el día de hoy. Quien sea que haya leído la mayoría de los más de 10,000 artículos que escribí por acá ya sabe muy bien que no soy una persona de seguir normas “porque sí”, y que trato de cuestionármelo todo, y que no tengo pelos en la lengua. Todo eso provino de este increíble profesor del cual me hubiese gustado tener tecnología para salvar su mente y que esta siguiera influenciando a futuras generaciones de estudiantes y personas en general. Lamentablemente, esa tecnología por ahora no existe, pero no crean por un segundo que su influencia, sus ideas, y su forma de enseñar fallecieron con él. En cada uno de los más de 10,000 artículos acá en eliax hay una parte del Profesor Junco. Me tomó tiempo darme cuenta pues lo he hecho siempre inconscientemente, pero eventualmente me percaté que heredé de él una forma muy particular de enseñar, a lo que llamo “enseñar sin enseñar”, o el arte de transmitir ideas de forma inconsciente a las personas mientras hablo de otros temas. Y ustedes también me lo han dejado saber. Todavía unos 6 años después de dejar de escribir a diario en el blog muchos me continúan escribiendo dándome las gracias por haberles cambiado la vida, por enseñarles a tolerar otras ideologías o formas de pensar, por darles el coraje para salir del closet, por incentivarlos a estudiar lo que realmente querían y no lo que sus padres querían, o por sencillamente animarlos a hacer algo con sus vidas en ves de ser ovejas pastoreadas por la sociedad. En resumen, por incentivarlos a convertirse en mejores personas y en tener el coraje de ser ustedes mismos y pelear por sus sueños, y esos mensajes, a veces provenientes de personas que conocí por años a través del blog (muchas veces sin haberles nunca visto la cara), y a veces de forma anónima, han sido la mayor recompensa que haya podido recibir por mi dedicación a mi proyecto de vida #eliax. Sin embargo, quiero que sepan que de alguna forma ustedes indirectamente también le han estado dando las gracias a mi Profesor Junco, pues en muchas formas yo he servido de vehículo para que sus ideas e increíble forma de enseñanza llegara a ustedes. Y les confieso que a veces me pregunto a cuántas personas habrán llegado sus enseñanzas, y qué impacto han tenido esas personas en la forma de cambiar el mundo para lo mejor, y aunque no hay forma de yo poder medir ese impacto, de lo que sí estoy seguro es que el Profesor Junco dejó el mundo un poquito mejor que como lo encontró, y ese también ha sido uno de los objetivos de mi vida, un objetivo que ojalá algunos de ustedes también quieran compartir conmigo. Gracias, Profesor, por esas sabias enseñanzas, y gracias a ustedes los lectores de eliax por ser receptivos a ellas... autor: josé elías |
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Brindo por 15 años más Elíax y doy las gracias a usted y su profesor por tanto que he aprendido en este oasis intelectual del internet.